lunes, 21 de abril de 2014

Se puede decir que estas vacaciones han sido de todo menos planificadas. Todo empezó el lunes a las 8 de la mañana, cuando Lamilitar vino a buscarme a casa. El viaje de ida sin percances, salvo una pequeña confusión al coger el desvío de la A7, pero yo como iba dormida, ni me enteré.
Nada más llegar al apartamento, Larubia insinuó que se encontraba mal, así que se echó a dormir arriba y nosotras nos fuimos a comprar la comida. Pasamos la tarde en la piscina y por la noche caímos rendidas… yo con la tontería de haber estado sola en casa, llevaba tres noches sin dormir, fuente.
Segundo día

Al día siguiente, Larubia seguía encontrándose mal, así que la acercamos a urgencias. La doctora nos dijo que se trataba de un virus, la recetó un jarabe y un antibiótico y dijo que solo necesitaba reposo, pero que si se encontraba peor, la llevásemos otra vez.
Los medicamentos la dejaron profundamente dormida y nosotras aprovechamos para bajar un rato a la playa. Estando en la playa, vi como las demás se iban a jugar al voleibol con unos chicos mientras yo me quedaba hablando por teléfono en la orilla de la playa.
Los chicos nos comentaron que aquella noche había una fiesta hawaiana en un bar cercano y que nos pasáramos.
Por la noche, Larizos, Lamilitar y yo nos fuimos a ala fiesta mientras Lamimosa y Larubia se quedaban en el apartamento reposando.
La fiesta estaba poco animada al principio, hasta que llegaron los chicos del voleibol y llenaron el local (eran ciento y la madre).
En un descuido, me quedé sola en la barra y se me acercó un chaval a contarme su vida y milagros. Yo no escuchaba la mitad de lo que me decía, pero sonreía y afirmaba con la cabeza como si escuchase atentamente la historia. Luego me pidió le teléfono, con la frase típica de “Dame tu número y te doy un toque para que tengas el mío”, que es una frase de acorralamiento porque no te deja alternativa (por cierto, se tiró toda la semana enviándome sms). Le di el número y nos fuimos a una discoteca, yo al volante y las demás como cubas pegando gritos por la ventanilla. En una cuesta se me fue la marcha y el coche se caló, yo creía que nos caíamos al mar, pero Larizos tiró de freno de mano y salvó la situación… menos mal.

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